martes, 17 de mayo de 2016

El destino lo sacó del hambre

Por Víctor Fernández Correas

Eso de llamarse como el padre no debe de ser bueno. Y más si llegas más donde no lo hizo tu progenitor. Y más aún si te conviertes en leyenda y tu nombre pasa de boca en boca, de oído en oído, de mirada en mirada. Los que te vieron, los que lo contaron. La eternidad, que es así de caprichosa. Al tipo de hoy el destino lo sacó del hambre con una condición cuyo fin, como siempre, se reservó. Mientras, le dio gloria y riquezas, fama y mujeres. Todo, todo lo que quiso lo tuvo en su mano. Salvo la vida. Ese fue el pacto secreto que sólo conocía el destino. O eso creía. Porque él también lo sabía. Su vida pendía de un hilo, y cada atardecer era una nueva oportunidad para vivir, para dejarse las pocas fuerzas que le quedaban en las entrañas de su amada. Rápido, rápido, siempre rápido. Así vivió en un mundo que era tan inmenso como mínimo. Ambas vertientes las conoció. Hasta que una negra sombra se encargó de anunciarle la caducidad de su pacto. Morir para vivir eternamente. Esa jugada con las que el destino premia a sus elegidos.


El personaje del post anterior: 8 de mayo, es Plinio, el Viejo

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