viernes, 3 de junio de 2016

Héroe a conciencia

Por Víctor Fernández Correas

Un héroe. Otro más. ¿Querencia por ellos? Quizás. Citius, altius, fortius y todo eso. Y no, no es español. Héroe a conciencia, perseguidor de un sueño. Hijo de buena familia, dejó unos estudios que lo encaminaban hacia un futuro gris pero seguro para hacer suyo un trozo de la eternidad. Y lo logró. Un premio, un desafío, conocer sus propios límites. Todo eso le llevó a ingeniar el artefacto con el que desafiar a la física y a la lógica de su tiempo. Donde todos fallaron, donde los fracasos fagocitaron nombres de leyenda, él triunfo. Gracias a eso le llovieron reconocimientos, parabienes. La gloria. Después abrazó el calor de lo que tanto soñó y a ello se dedicó con ahincó durante el resto de sus días. Sin dejar de levantar la vista al cielo, de escudriñarlo con los ojos de quien lo conoció mejor que nadie. Le debía todo lo que fue.


El personaje del post anterior: 24 de mayo, es Lucio Anneo Séneca

martes, 24 de mayo de 2016

Cordobés de pura cepa

Por Víctor Fernández Correas

Cordobés de pura cepa. De buena familia, estudió para ser algo en la vida. Aunque tuvo sus momentos como abogado le pudo la política, en la que hizo carrera. Y se hizo famoso por su elocuencia, por los argumentos que utilizaba y la manera de usarlos. Un lujo, y más comparado con lo que se estila en estos tiempos. Como era bueno -muy bueno- no le importó coquetear con el poder, lo que le reportó algún que otro disgusto. No por eso cesó en sus coqueteos con los que mandaban de verdad, de los que se alejó en cuanto vio que pintaba menos que la Tomasa en los títeres. Pero el que tuvo, retuvo, y al final se comió el marrón que otros tramaron a su espalda. Como aquello de unos crían la fama, etcétera. Y se largó con la conciencia tranquila y con ganas de apartarse, de verdad, de todo y de todos, que tampoco el mundo en el que vivía era muy de fiar. Por suerte quedó su legado, del que no hay día que nadie aprenda un poco. Que es mucho. El legado y lo que se aprende de él.



El personaje del post anterior: 17 de mayo, es Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, Manolete

martes, 17 de mayo de 2016

El destino lo sacó del hambre

Por Víctor Fernández Correas

Eso de llamarse como el padre no debe de ser bueno. Y más si llegas más donde no lo hizo tu progenitor. Y más aún si te conviertes en leyenda y tu nombre pasa de boca en boca, de oído en oído, de mirada en mirada. Los que te vieron, los que lo contaron. La eternidad, que es así de caprichosa. Al tipo de hoy el destino lo sacó del hambre con una condición cuyo fin, como siempre, se reservó. Mientras, le dio gloria y riquezas, fama y mujeres. Todo, todo lo que quiso lo tuvo en su mano. Salvo la vida. Ese fue el pacto secreto que sólo conocía el destino. O eso creía. Porque él también lo sabía. Su vida pendía de un hilo, y cada atardecer era una nueva oportunidad para vivir, para dejarse las pocas fuerzas que le quedaban en las entrañas de su amada. Rápido, rápido, siempre rápido. Así vivió en un mundo que era tan inmenso como mínimo. Ambas vertientes las conoció. Hasta que una negra sombra se encargó de anunciarle la caducidad de su pacto. Morir para vivir eternamente. Esa jugada con las que el destino premia a sus elegidos.


El personaje del post anterior: 8 de mayo, es Plinio, el Viejo

domingo, 8 de mayo de 2016

Lo mató la curiosidad


Por Víctor Fernández Correas

Como al gato, al tipo de hoy lo mató la curiosidad. Una curiosidad oscura, negra y asfixiante. Tela. Y murió relativamente joven, aunque para la época ya era viejo, que conste. Un rato viejo, desde luego. Se trabajó una larga carrera como militar, fue de un lado para otro, conoció, vivió, visitó, y más tarde le dio por poner todo su saber en negro sobre blanco. Porque no escribía mal, el tipo. Vino por aquí, donde permaneció alguna que otra temporada, se fue a la otra punta del continente, y de todo y de todos absorbió lo que pudo, que no fue poco. A modo de retiro se marchó al lado del mar, donde podía navegar y vivir una vida relativamente tranquila. Hasta que llegó la nube. La vio, quiso examinarla mejor, se acercó hasta ella, y lo puso a criar malvas. Una cosa extraña, muy extraña. Suerte que por allí andaba un zagal que tampoco escribía mal para recordar cómo fue el asunto. Que pone los pelos de punta cuando se recuerda, ya digo.


El personaje del post anterior: 6 de mayo, es Maximilien Robespierre

viernes, 6 de mayo de 2016

Un político que daba miedo


Por Víctor Fernández Correas


El protagonista de hoy es un político. Daba miedo, pero que mucho miedo. Venía de buena familia, por lo que pudo labrarse un futuro como abogado. Y comenzó a escribir, que no se le daba mal al tipo. Trabó amistad con filósofos, escritores, poetas… Llegado el momento dio un paso al frente y se convirtió en la bandera de todo lo que faltaba en su patria: libertades, democracia, igualdad… Y triunfó. Quizás porque fue un tipo íntegro, de moral rígida, fiel a sus principios. Hasta que perdió la cabeza. Él y otros muchos. Los nuevos tiempos, que se les fueron de las manos. La patria se convirtió en una merienda de negros -con perdón-, y las dentelladas se pudieron escuchar en todo el orbe, pues a ello ayudó la efervescencia que aupó al tipo y a sus acólitos hasta los más alto. Total, que hubo derramamiento de sangre -ríos y ríos, y no es una metáfora- y la muerte no daba abasto, encantada con el percal desatado. Al final de los finales el tipo aceptó a regañadientes el billete de ida que le expidió la Negra Señora. Se fue y volvió la paz. Cosas de la vida.